Rosa
Otero, describió la formación, en el IV-III a.d.C., de los paisajes agrarios por la intensificación de la explotación de las
tierras para los cultivos agrícolas y el aprovechamiento ganadero . En este contexto estas
sociedades crean una estrecha relación entre los poblados y las necrópolis megalíticas.
En el Andévalo occidental se forman los primeros
pobladores y comunidades agrarias del Calcolítico. Se produce la apropiación de
las tierras mediante la legitimación de los ancestros
enterrados en las tumbas, caso del poblado fortificado del Cabezo de los Vientos y la
necrópolis de La Zarcita. A través del estudio de sus ajuares y estructuras se
enmarcaron estas construcciones funerarias dentro de la cultura de los tholos
(sepulcros de falsa cúpula). Contaban con poblados fortificados y desarrollaban
una economía en la que destacaba la metalurgia del cobre.
Al
día siguiente, posterior a la conferencia, se realiza una visita guiada al
yacimiento arqueológico situado en la localidad de Santa Bárbara (Huelva),
asistida por Rosa Otero, profundizando más en las explicaciones de dicho
asentamiento.
El
poblado del cabezo de los Vientos se ubica en una colina dominante de las
Cumbres de la Zarcita, donde predomina actualmente un extenso paisaje de
encinas.
Ocupa
un emplazamiento estratégico, desde el que se controlaba visualmente los
recursos explotados y espacios del entorno, las vías de comunicación, etc.
Su
localización estratégica facilitaría el dominio visual del territorio
circundante y sus recursos, las rutas de acceso y su necrópolis, compuesta por
cuatro sepulcros de falsa cúpula: Cabezo del Tesoro, Suerte del Bizco, Cabezo
del Molino y Charco del Toro.
El
asentamiento se ocupa durante dos periodos diferenciados. En una primera fase,
de finales del IV e inicios del III a.d.C, el lugar fue ocupado por una pequeña
comunidad desprovista de fortificación. Las cabañas eran estructuras ovaladas,
semi-excavadas en la pizarra, con paredes y techumbre de ramajes recubiertos de
arcilla. En un momento indeterminado de la primera mitad del III milenio se
produjo la reestructuración del poblado, construyéndose el recinto fortificado
y la necrópolis megalítica. El poblado ocupa una superficie de 0,75 hectáreas,
en el que destaca la presencia de un recinto amurallado de morfología ovalada,
de 36 metros de longitud en el eje este-oeste y 26 metros de anchura en el eje
norte-sur, con estructuras domesticas y viviendas al interior y exterior del
mismo.. El recinto, presenta varios bastiones, tanto huecos como macizos,
unidos por lienzos de muralla, y un acceso en el lateral suroeste. En las
excavaciones realizadas, se localizaron dos bastiones huecos en la zona
noroeste-oeste y un bastión macizo en el sector este, pudiendo tener en origen,
dos más, uno en el ángulo noreste y otro en el lateral sur. Su construcción se
adapta a la topografía del terreno, empleando un sistema mixto en el que se
combinan los muros de mampostería de pizarra trabados con mortero de barro
conjuntamente con el tapial. Originalmente los muros de los lienzos de muralla
y bastiones alcanzarían una altura aproximada de 2,5 metros, distinguiéndose
dos partes: el tramo inferior, compuesto por mampostería de pizarra de 1,5
metros de alzado, y el remate o zona superior, en torno a 1 metro de altura,
construida mediante un tapial compuesto por arcilla y pequeñas lajas de
pizarra. Actualmente, los muros sólo conservan un alzado de entre 0,20 y 0,70
metros.
Los
lienzos de la muralla oscilan en anchura entre 1,5 y 2,5 metros, siendo las
caras externas ligeramente ataludadas. Los bastiones son de forma circular o
semicircular, variando en tamaño: bastión hueco oeste, con muros de 2 metros de
anchura y 7 de diámetro en el eje mayor; bastión hueco norte, cuenta con muros
de 1,5 metros de ancho y hasta 5,5 metros de diámetro, con un sistema de
contrafuerte externo; bastión macizo este, de 6 metros de diámetro. Los
bastiones huecos contaban con un espacio interno en el que se desarrollaban
actividades cotidianas y domesticas, además de las tareas específicas de
control del territorio.
Los
espacios de hábitat y las distintas áreas de actividades domésticas se
localizaban en el interior y exterior del recinto fortificado, registrándose
diferentes tipos de estructuras de habitación y producción, con hogares y
hornos. Existían dos tipos de viviendas: cabañas circulares con zócalos de
mampostería de pizarra, localizadas en el interior del recinto y chozas de
ramajes vegetales al exterior, que se correspondían con las distintas unidades
domésticas que formaban el poblado. Las cabañas del interior, dispuestas junto
a los paramentos del recinto, alcanzaban unos 3-3.5 metros de diámetro máximo y
estaban formadas por paredes de ramaje vegetal que apoyaban en zócalos de
piedra, recubiertos de arcilla y techumbre cónica de entramado vegetal, que
descansaba sobre un poste central de madera anclado en un agujero excavado en
el sustrato. En el espacio central se han localizado hogares delimitados por
piedras para distintos usos, un horno de arcilla para manufactura de productos
cerámicos, bancos de trabajo para el apoyo de los molinos de piedra para el
procesamiento de los cereales y desarrollo de otras actividades, como la
elaboración de instrumentos líticos y otros trabajos.
Según
los excavadores, el asentamiento se organizaría en dos grandes espacios
funcionales: por un lado el espacio exterior de la muralla y por otra el
recinto interior. La zona exterior, abierta, formada básicamente por cabañas
parcialmente excavadas en la roca y dotadas de hogares anejos, y la parte
interior con cabañas más sólidas levantadas sobre zócalos de pizarra que se
distribuían en torno a la cara interior de la muralla, ocupando los hogares el
espacio central y abierto del poblado. Así pues, parece que en las cabañas del
interior se procesarían los alimentos y para realizar actividades propias de
una zona de habitación, más que para actividades productivas especializadas.
En
superficie sólo se observan las estructuras defensivas de los sectores Norte y
Sureste del recinto fortificado. El resto de las estructuras se encuentran bajo
tierra, algunas porque han sido tapadas de manera preventiva, otras porque no
se han excavado y otras porque han sido soterradas por procesos de
sedimentación / colmatación.
El
recinto fortificado, al estar parcialmente expuesto en superficie y carecer de
medidas de conservación / consolidación efectivas, está sufriendo un progresivo
deterioro, agravándose con el paso del tiempo las patologías, que podría
acarrear efectos severos y destructivos sobre el sitio arqueológico. No
obstante, las estructuras que están bajo tierra deben presentar un buen estado
de conservación, ya que se preservan bajo una capa de tierra orgánica de unos
20 - 30 centímetros de espesor.
No
obstante, las estructuras que están bajo tierra deben presentar un buen estado
de conservación, ya que se preservan bajo una capa de tierra orgánica de unos
20 - 30 centímetros de espesor.