jueves, 16 de mayo de 2013

Conferencia: "En busca de la Atlántida: hipótesis de trabajo, ficciones y evidencia del mito"


 

El mito de la Atlántida hunde sus raíces no solo en un pasado remoto y legendario sino, sobre todo, en el imaginario colectivo. "Reflexionar hoy sobre el mito significa ante todo reconocer, y en parte experimentar, la fascinación que la mitología y su imaginario, en el sentido más común de la palabra, han ejercido siempre y todavía ejercen en nosotros y en la historia de nuestro conocimiento más reciente", señala Marcel Detienne. No vamos a entrar -por razones de espacio, no por falta de interés- a explicar cuál es la función y la estructura de los mitos y qué trata de revelarnos (léase, en tal sentido, la obra Mito y Realidad, de Mircea Eliade), pero bien es cierto que la Atlántida, ese mundo utópico y perfecto soñado por el filósofo griego Platón (ca. 427-347 a.C.) en los diálogos Timeo y Critias y que situó más allá de las Columnas de Hércules, encaja perfectamente en lo que entendemos -o, mejor dicho, imaginamos- por un lugar mítico existente en un tiempo mítico. Dicha isla-continente fue concebida como una especie de hábitat ideal -ocupado por una sociedad floreciente gobernada por una "grande y maravillosa dinastía real"- borrado de la faz de la Tierra por una repentina catástrofe natural "en un día y una noche terribles" (historia bastante recurrente en la mitología de numerosas culturas que atribuyen a la acción de los dioses tales cataclismos, metáfora de la "destrucción del mundo"). ¿Subyace un suceso histórico detrás de este relato una vez despojado de su carga mítica?, se preguntan algunos eruditos...
Mucho se ha especulado sobre la posible existencia de la Atlántida hace unos 11.500 años, tratándose de ubicar en un sinfín de lugares geográficos (desde las Azores hasta la Antártida, pasando por Liberia, Santorini, Troya, Bolivia, Creta, Islandia, Canarias, etc.) Incluso se han difundido ideas disparatadas y fantasiosas en artículos y libros pseudoesotéricos y sensacionalistas (conozco a personas que aseguran haber vivido en la Atlántida en encarnaciones pasadas y a médiums que dicen contactar con los espíritus de antiguos atlantes). El tema de las míticas civilizaciones desaparecidas (Atlántida, Lemuria, Hiperbórea, Mu, Avalon...), sugerente y evocador donde los haya, da para eso y mucho más (consúltense, por ejemplo, las obras La doctrina secreta y Antropogénesis de la célebre ocultista del siglo XIX Helena P. Blavatsky, que vinculó a los atlantes con la raza aria). Aunque también puede ser abordado con rigor, como han hecho los investigadores onubenses Juan Antonio Morales González (doctor en geología) y Claudio Lozano Guerra-Librero (doctor en historia y arqueólogo subacuático). A pesar de las injustas críticas recibidas (provenientes de mentes dogmáticas del mundo académico que no se han molestado siquiera en consultar sus formidables aportaciones -desmitificadoras, dicho sea de paso- para esclarecer los interrogantes que suscita el tema), ambos profesores universitarios se embarcaron con auténtico espíritu científico en una aventura emprendida por Richard Freund, arqueólogo de la Universidad de Hartford (Connecticut, EE.UU.), a través del documental Finding Atlantis (En busca de la Atlántida), producido por James Cameron y emitido por National Geographic hace un par de años.
"Delante de la embocadura que vosotros llamáis Columnas de Hércules había una isla, y esta isla era más grande que Libia y Asia juntas", escribió Platón. De ser así, ¿estaría refiriéndose al actual estrecho de Gibraltar? Es lo más probable, aunque seguramente exageró las dimensiones para dar mayor énfasis a su relato. Asimismo, la descripción de la ciudad alude a una parte central (donde se hallaban los templos y el palacio real), y tres canales de agua circulares, entre los cuales la tierra firme se hallaba comunicada mediante puentes orientados según los cuatro puntos cardinales. Pues bien, dejando a un lado las investigaciones del arqueólogo francés Jacques Collins-Girard -que situó la Atlántida en el lado occidental del estrecho de Gibraltar, afirmando que fue una isla perteneciente a un archipiélago que hoy yace bajo las aguas-, ha sido ya en pleno siglo XXI cuando el alemán Rainer W. Kühne, utilizando espectro de teledetección, creyó haber descubierto en unas imágenes de las marismas de Doñana tomadas por satélite, una presunta formación artificial compuesta por estructuras rectangulares y anillos concéntricos, a semejanza de lo descrito por Platón al referirse a la Atlántida. A raíz seguido, publicó un reportaje en la prestigiosa revista American Antiquity (editada por la Society for American Archaeology). Tal hallazgo atrajo la atención, no solo de los científicos del CSIC, sino del ya aludido Freund, que inmediatamente formó un equipo de especialistas para investigar in situ. Para ello, contó con la colaboración, entre otros, de Claudio Lozano y Juan A. Morales. El documental, que tuvo una enorme repercusión mediática, sugería que probablemente la Atlántida estuvo ubicada en dicho lugar, cuyos restos se encontrarían a seis metros de profundidad bajo las marismas de Doñana, e incluso que tuviera conexión con el yacimiento arqueológico de Cancho Roano (Badajoz), uno de los parajes en los que se pudieron asentar los supervivientes de la Atlántida tras el tsunami que azotó la región suroccidental de España en aquella época. Es más, Freund está convencido de que Atlántida = Tartessos = Tharsis. Y, además, cree que la formación rocosa hallada en Chipiona tiene un posible origen antrópico.
 
Para aclarar posibles malentendidos -que los ha habido-, exponer el objeto de sus investigaciones y los resultados obtenidos, Lozano y Morales impartieron el pasado 14 de mayo una conferencia en el Museo Provincial de Huelva promovida por la Asociación Amigos del Museo Onubense (AMO). Su título: "En busca de la Atlántida: hipótesis de trabajo, ficciones y evidencia del mito". "Nosotros no hemos buscado la Atlántida, ni la estamos buscando ni la pretendemos buscar", señaló el doctor Lozano al inicio del acto. "Lo que sí es cierto es que la Atlántida pertenece a un mito, que participa de mitos reales, y eso es lo que vamos a tratar de ver". El doctor Morales comenzó su exposición explicando lo que ha aportado la geología a dicha investigación. Según comentó, se han documentado por parte de buceadores la existencia de muros, escaleras y pavimentos frente a la costa de Cádiz. "Para mí, el hecho de que encuentren en esa zona evidencias de un asentamiento humano, desde el punto de vista de un geólogo, es completa y absolutamente posible. Evidentemente, no tiene que ser la Atlántida. Puede corresponder a cualquier asentamiento humano de la prehistoria que se hubiera formado en una costa que no es la actual. No me cuesta trabajo imaginarme una costa distinta a la actual con un nivel del mar más bajo que el actual, donde esa zona estuviera emergida y ahí pudiera haber asentamientos humanos de pescadores", manifestó. El documental, nos aclaró Morales, se realizó estando las investigaciones en curso, incluso muchas de las pesquisas se estaban efectuando a la vez que se filmaba el documental. Conviene aclarar también que el documental financió la investigación, pero no pagaron nada a los investigadores que participaron. Asimismo, los dos investigadores onubenses no comparten necesariamente las conclusiones expuestas por Freund en el documental antes de concluir las investigaciones. Eso siempre lo han dejado muy claro. "El documental no es ciencia, sino espectáculo", afirma Morales. Lo que realmente hicieron ambos fue lo siguiente:
- Geofísica marina con sonar en la costa de Chipiona.
- Inmersiones de comprobación.
- Análisis de laboratorio y procesado de gabinete de las muestras.
- Sondeos y geofísica en la Marisma de Hinojos.
"Todo esto, destinado a obtener información geológica que pudiera sustentar dónde estaba el nivel del mar, si hubo o no tsunami y si es posible que esto afectara o no afectara a ese hipotético asentamiento que, directamente el documental parte de la base que es la Atlántida, pero nosotros no estamos pensando en la Atlántida. Estamos pensando en posibles asentamientos de otras edades, prehistóricas por supuesto", remarcó Morales. De hecho, los buzos encontraron muros, escaleras, pavimentos, columnas... Pero en la expedición iba este geólogo onubense que pudo comprobar la verdadera naturaleza de esas presuntas construcciones humanas. "Al hacer la cartografía del fondo, me di cuenta que había una zona especialmente interesante, que fue donde se hicieron todas las inmersiones. Había toda una serie de formaciones lineales que son estratos. Esto es geología, no es una civilización. No tiene planta de ciudad, tiene planta de un pliegue geológico", explicó mostrando las imágenes que así lo atestiguaban. El muro no es más que un estrato geológico más resistente que se ha erosionado menos y que sobresale del fondo. Por su parte, los escalones y pavimentos se han formado debido a que esos estratos geológicos, aun siendo resistentes, también pueden ser combatidos por un fuerte temporal, tumbándolos a modo de fichas de dominó y formando escaleras y pavimentos de origen natural. "Explicación geológica completamente natural", concluye Morales. En los análisis que llevó a cabo, comprobó que se trata de rocas cuarcíticas (compuestas por un 95% de cuarzo), muy duras por tanto, por eso han resistido los embates del mar y han quedado de pie, mientras que el resto formado por pizarra se erosionó rápidamente. De esta manera, el geólogo fue explicando todas las supuestas anomalías halladas bajo las aguas de la zona explorada y que hacían pensar en posibles formaciones antrópicas. Aunque es posible que esos bloques hayan sido manipulados y cambiados de sitio por parte de algún asentamiento costero. La aportación geológica ha sido, pues, fundamental para investigar el tema que nos ocupa. Dicho trabajo será publicado el próximo mes de julio por la Sociedad Geológica de España.
 
Claudio Lozano, durante su intervención, destacó los siguientes puntos a raíz de las investigaciones emprendidas:
- Se prueba el efecto de los tsunamis a la geomorfología del estuario y al uso cultural del territorio.
- La marisma retorna a su calidad de estuario con el tsunami del 2.500 a.C.
- La documentación de los yacimientos afectados por el tsunami del 2.500 a.C. prueban una destrucción especialmente severa, dada la altitud de algunos de ellos y su ubicación (v.g. Carrizosa-La Arena), donde se evidencia la destrucción de las comunidades que se habían desarrollado desde la fase Neolítica-Edad del Bronce.
- Se ha documentado el arrase de los yacimientos y la existencia en los mismos de una agricultura, pastos y ganadería bien desarrolladas que desaparece.
- El tercer evento de alta energía, el que se produce en torno al año 1.000 a.C., no deja una evidencia tan clara como el del 2.500 a.C., pero sí se percibe en los yacimientos, un cambio económico en las comunidades del Bronce Medio, que reducen su actividad tras este evento a una economía casi de subsistencia allí donde son afectados.
- Hipótesis: Se produce desde este momento una diáspora de esos habitantes hacia otros territorios más tierra adentro y más altos (cabezos de Huelva capital, Tejada la Vieja y Mesa de Asta).
- Sea como fuere, debemos de incluir los eventos de alta energía, junto con el cambio climático tras la glaciación Würm (subida del nivel del mar) y la dinámica litoral en el estuario de Doñana, para poder explicar el proceso de ocupación del territorio y su evolución.
Según Lozano, está claro que "existen en el entorno de Doñana sociedades con excedentes de producción, y en los sondeos arqueológicos se prueba la capacidad de fundir metales al menos desde el 2.500 a.C., lo cual crea una disimetría con los pueblos con los que pueden tener contacto, teniendo además el control de un área geoestratégica (Lacus Ligustinus) junto con la potencial existencia de las redes comerciales a larga escala". La hipótesis general de trabajo que plantea es la siguiente:
"Las noticias sobre la destrucción de los posibles asentamientos tartésicos costeros por el tsunami del siglo VI a.C. en Huelva, junto con los yacimientos del Bronce Medio arrasados en el 1.000 a.C. y los del Neolítico-Calcolítico en el 2.500 a.C. en Doñana, permanecían en el imaginario colectivo de los habitantes del actual territorio de Huelva, llegando su leyenda oral a Grecia a través del comercio mediterráneo y siendo empleados por Platón en sus textos políticos como alegoría mítica, denominada la Atlántida".
En cuanto a los célebres círculos, Lozano explicó que "son muchísimos más recientes. Son sistemas agrarios que se dan desde la ocupación islámica de la zona y que crean un sistema prácticamente de cultivo y de pastoreo. Generan esos patrones porque los animales van trabajando de esa forma. Se ha demostrado científicamente que no se corresponde a la morfología que describe Platón. Es cierto que se ven, y es cierto que están sobre el territorio, pero no corresponden a estructuras".
El debate generado tras ambas intervenciones fue muy enriquecedor, ya que el público asistente formuló preguntas muy oportunas a los conferenciantes, e incluso estuvo presente José Orihuela Guerrero, doctor en filosofía, autor de la novela Tierra de Atlantis (Entrelíneas Editores) y de una tesis doctoral sobre la cuestión que ha concluido recientemente. También aportó su valioso punto de vista: "Es un relato que tiene una base; que tiene puntos de contacto reales. Platón no mintió ni se inventó absolutamente una historia. Lo que pasa es que hay que buscar, evidentemente, cuáles son esos puntos de anclaje con la realidad objetiva en los que se basa Platón. En ese sentido, no hay tema científico o no científico, sino que hay temas que se pueden tratar científicamente o se pueden tratar no científicamente", matizó acertadamente.
 
En definitiva, un magnífico encuentro con especialistas en la materia, gracias una vez más a la iniciativa de la Asociación Amigos del Museo Onubense, A.M.O., siempre tratando de difundir los conocimientos históricos y arqueológicos relacionados con Huelva y su provincia. Sobre el mito de la Atlántida, es obvio que sabemos más a raíz de estas nuevas investigaciones, pero también las mismas han abierto nuevas perspectivas y vías de investigación que esperemos fructifiquen en un futuro no muy lejano.
 
Moisés Garrido Vázquez


 
 

 



 

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